Maxi Trusso, de la caída en su show a cómo palpita su revancha en el escenario: “Estoy viviendo un pseudo renacer”

“La vida es un juego”, dice Maxi Trusso con una sonrisa contenida, mientras se acomoda en un sillón de su departamento en el barrio porteño de Retiro, apenas unos días después de recibir el alta médica. Todavía se mueve con cautela. El recuerdo de su cuerpo en el aire, suspendido por un instante antes de impactar contra el suelo del Niceto Club, es reciente, físico, doloroso. Pero también es símbolo de algo más: su entrega total al escenario, al ritual del show, al abrazo —esta vez fallido— con el público.
En esta entrevista exclusiva con Teleshow, la primera que concede desde que fue operado por una fractura múltiple de fémur, Trusso no esquiva nada. “Sentí una emoción muy grande, y después, cuando caí, me di cuenta de lo que había hecho. Pero son cosas de la vida. Por suerte no pasó a mayores. No me morí, no quedé parapléjico… tenía que pasar”, lanza, con una mezcla de alivio y aceptación estoica.
Lo que pasó es que se arrojó al público durante una canción, en pleno clímax de su show. Pero nadie lo sostuvo. “Yo improviso mucho, me dejo llevar por la emoción, por la música, por lo que siento en el momento”, confiesa. Ese impulso visceral lo llevó al salto. El suelo lo recibió con violencia.
La noche cambió de golpe. Pero el artista, incluso con el cuerpo fracturado, decidió seguir. Desde una camilla, detrás del escenario, siguió cantando. “Me pareció importante terminar el show con buena energía, que no sea un drama, que quede como una anécdota”, explica. Y así fue: su voz se filtró desde el backstage, mientras el público —todavía en shock— coreaba su nombre.
Un día después llegó el diagnóstico: “Una quebradura en cuatro partes del fémur. Por suerte zafé de la cadera”, cuenta, mientras sostiene unos lentes decorados con luces LED de colores. La operación fue compleja. Placas, tornillos, anestesia. Pero salió bien. Con una remera en la que se leía su propio nombre, un saco oscuro, pantalón del mismo tono y unas botas eternamente largas con extravagantes detalles en un verde fosforescente, el DJ se abrió y reveló todo lo que lo llevó a lanzarse desde el escenario.
Y es que el 28 de marzo, el cantante se arrojó, buscando entregarse al clásico ritual del crowd surfing. No avisó. No midió. “Soy bastante improvisador, muy inconsciente”, explica, todavía sorprendido por su propio impulso. No era la primera vez que lo intentaba: ya lo había hecho en shows anteriores. Pero esta vez, algo cambió. Tras el golpe, quedó tendido en el suelo.
El diagnóstico llegó más tarde. Fue llevado al Hospital Rivadavia, donde se confirmó que sus fracturas requerían una cirugía urgente. “Estas cosas te hacen cambiar mucho. Es como un pseudo renacer”, reflexiona, con esa voz grave que no perdió ni siquiera durante la caída. Y aunque se le preguntó si se arrepiente, su respuesta es clara: “No. La verdad que no. Suena medio ridículo, pero no me arrepiento”.
La historia de vida de Maxi Trusso: una infancia como pupilo, la reconciliación con su hija y el amor de su novia
“Creo que el primer bajón que tuve fue cuando fui pupilo en el colegio San Jorge, en Quilmes”, recuerda. “Tenía 12 años, y no entendí por qué. Lo había elegido en parte, pero también lo habían decidido mis padres. Y de golpe pasé de estar siempre acompañado, a estar solo. Me sentí un poco abandonado”.
Décadas después, en un contexto muy diferente, otro sacudón emocional lo obligó a reconstruirse desde cero: la pandemia. “Fue uno de los tres sufrimientos más grandes de mi vida”, afirma con la voz pausada. “Perdí a un familiar, viví varios cambios fuertes. Todo lo que venía manejando bien se desvaneció. Me caí. Y tuve que rearmar una nueva vida artística y personal”.
Hablar de la familia lo lleva al recuerdo de sus padres. Ambos ya fallecidos, ocupan un lugar especial en su relato. “Extraño estar con ellos. Pensás que la familia dura para siempre, y no es así. Cuando los perdés, muchas cosas pierden sentido”, confiesa.
Fue en ese contexto de aislamiento donde también se quebró —y luego se reconstruyó— el vínculo con su hija. “Vino a verme al hospital. Estamos mejor. A ella le sirvió mucho alejarse… se recibió de psicopedagoga”, cuenta, emocionado por una relación que ahora encuentra un nuevo equilibrio.
En medio del caos, la caída, el hospital, el quirófano y la recuperación, hubo una presencia constante a su lado: Tracey Shanahan, la mujer que lo acompaña desde hace años. “Me acompaña mucho con el tema de la alegría. Me incentiva, me hace ver que la vida es una lucha, pero con alegría”, dice cuando habla de ella con una mezcla de cariño y admiración.
Ella, una irlandesa licenciada en finanzas, se cruzó en su camino casi como un guiño del destino. “Me reencontré con ese Maxi de los años 90, el que vivía allá, el que estaba empezando a descubrir lo que quería hacer. Ella me hizo volver a ese rumbo”, cuenta sobre lo que le atrajo sobre ella.
La conexión también fue intelectual. Tracey le habló de su país, de la historia de Irlanda del Sur, de la lucha por la independencia. “Ella me contaba lo que sufrió Irlanda, y cómo eso marcó a su gente: los músicos, los poetas... Eso me ayudó mucho. Me hizo ver este mundo no tan frívolo”, afirma.
Lo acompañó durante su internación. Estuvo con él en el hospital, en la habitación, en las horas largas del posoperatorio. En las fotos que compartió su entorno, se la ve firme a su lado. Como en la vida.
Del Vaticano a estrella del electropop: el camino de Maxi Trusso
Mucho antes de los escenarios, los hits en inglés y las galeras, Maxi Trusso encontró parte de su identidad artística y espiritual en Europa, especialmente en Roma. Su historia con la capital italiana está marcada por un vínculo inesperado con el Vaticano. “Trabajé en los Museos Vaticanos. Era aburridísimo. No había teléfono, no había nada. Era todo muy gris, para gente grande”, recuerda entre risas.

Su acceso a ese mundo tan reservado vino por herencia familiar. “Mi tío fue biblista, tradujo la Biblia del arameo, latín y griego al español. La primera Biblia latinoamericana”, cuenta con orgullo. Su padre, por su parte, también tuvo un papel destacado: “Fue embajador en el Vaticano”, explica. Así, entre viajes oficiales y visitas protocolares, Trusso fue conociendo desde adentro los pasillos del poder espiritual católico.
No solo los conoció: los vivió. Y fue testigo privilegiado de momentos únicos. “Trabajaba en la parte de visitas especiales. Vi a Cindy Crawford, Tom Cruise, Nicole Kidman, Fidel Castro, Alanis Morissette… ¡hasta Ayrton Senna!”, rememora. De hecho, el piloto le regaló un par de zapatillas, que luego él terminó regalando a un amigo. “Me gustan las cosas materiales, pero algunas me aburren. No me interesa coleccionar por coleccionar”, aclara, agregando que, entre varios otros objetos, regaló una camiseta argentina de Diego Maradona perteneciente al Mundial de 1986, otro “manto sagrado” firmado por Lionel Messi y Sergio Agüero, entre otros e, incluso, una guitarra eléctrica firmada por B.B. King.
Conoció al Papa Francisco, pero también a Juan Pablo II y Benedicto XVI. “A Francisco lo conocí un poco antes de que sea Papa. Hablé con él, pero no tuve tantísima relación. Los jesuitas son un poco más alejados”, afirma.
La carrera musical de Maxi Trusso no comenzó en un estudio ni sobre un escenario, sino en una tienda de ropa en Roma, donde solía pasar horas escuchando música y conversando con amigos que compartían su sensibilidad estética. “Era DJ, coleccionista y oyente obsesivo. Pero nunca pensé que yo podía ser el artista”, recuerda.
Experimentó, probó y arriesgó. Fue en 1997 cuando, junto a un colaborador, creó una canción con autotune —una novedad en ese entonces— y eso les abrió la puerta a firmar con Polygram en Inglaterra. “Eso me permitió entrar en el sistema de la industria musical. Hacer giras, editar un disco, conocer ese mundo que no sabía que existía”, cuenta. De ahí en adelante, no paró más.
Tras su paso por Europa, regresó a Argentina con una estética marcada por el electropop. En 2009, lanzó “Please Me” con el grupo Poncho, pero el verdadero despegue llegó en 2011, cuando la canción fue parte de una publicidad y explotó en popularidad. “Fue la primera vez que un tema en inglés tenía éxito así acá. Se volvió masivo en Argentina, Uruguay, Paraguay…”, dice.

Después del éxito de “Please Me”, llegaron otros lanzamientos, entre ellos “Nothing At All”, que según él es su mayor hit. “Aunque a veces, por momentos, vuelve a pegar más ‘Please Me’. Todo se recicla”, explica.
Maxi Trusso, a corazón abierto: cómo conoció a Silvina Luna, su pasión por la moda y su vuelta con sabor a revancha
Otro momento icónico fue el videoclip de “Same Old Story”, protagonizado por Silvina Luna. “La conocí por unas chicas que hacían moda. Quisimos mezclar música y estética. Era una persona muy tranquila, le gustaba la música. Hicimos remixes que nunca edité, pero los voy a sacar algún día”, anticipa.
La industria cambió desde que él empezó. “Antes todo pasaba por la radio. Hoy, si no estás en redes, no existís. Todo es inmediato. Las canciones duran diez segundos”, reflexiona. Y aunque admite que al principio fue escéptico con las plataformas digitales, aprendió a adaptarse: “Al principio pensé que las redes iban a ser malas para el arte. Pero la inteligencia artificial me parece más positiva. Requiere tiempo, dedicación, como la música de verdad”.
A lo largo de los años, el artista construyó una identidad visual tan reconocible como su voz. El sombrero se volvió su sello, casi una extensión de su personalidad artística. “El sombrero es como un disfraz, un cambio de personaje”, dice. No los usa solo en el escenario: forman parte de su día a día, de su forma de habitar el mundo. “Cada vez que uso uno distinto, soy otro. Es una forma de no aburrirme yo ni aburrir a los demás”, explica.
Esa mirada particular lo llevó también a involucrarse con el mundo de la moda, donde llegó a tener su propia marca. “En un momento la tuve, pero la música me llevaba demasiado tiempo y tuve que dejarla”, cuenta. Sin embargo, no descarta volver. “Creo que va a haber una segunda parte con eso”.
Antes de la caída, Maxi Trusso ya planeaba lanzar un disco inédito, trabajado durante dos años y nunca editado oficialmente. “Es un disco muy complejo, con 14 temas, orquestaciones, músicos como Axel Krygier, gente de Banda de Turistas… una locura que quedó guardada”, reveló. Ahora, tras el accidente, siente que el momento para sacarlo finalmente llegó. “Tal vez es un buen momento para que vea la luz. Es parte de todo este renacer”.
Su horizonte está claro: el show continuará el 10 de julio en Niceto Club, como una segunda parte del concierto inconcluso. “La segunda parte de ese show que quedó flotando en el tiempo. Hay que meterle garra, energía y alegría”. En plena rehabilitación y con el alta médica, solo piensa en volver al escenario. “Va a ser un show especial”, anticipa, con entusiasmo. “Gracias a todos los que vinieron, a los que me acompañan y creen en mí”.